14 ago 2009

Sumaq Orqo

Dentro de este oscuro laberinto que se apropio de su vida, José María pica una y otra vez tratando de encontrar su vena. Inunda de alcohol su cuerpo pretendiendo evadir la soledad. En compañía de su luz continúa su arduo trabajo. Los gases penetran silenciosos y diabólicos por sus vías respiratorias. Las galerías se bifurcan, se entrecruzan en todos los sentidos, laten sus paredes por la dinamita. No existe comida alguna, solo el diablo cuida el alma de las hormigas.
Nada queda de aquel cerro rico, perforado una y mil veces durante 500 años, esqueleto erguido, postal de América, caníbal rayando el cielo. Una ciudad duerme a sus pies, y adentro vencen el sueño mascando coca. Morir atrapado o vivir muriendo. Codicia macabra que amontona cuerpos adentro y toneladas de desechos afuera.
Solo hay una salida: un resplandor al final de la galería, previo ritual al Tío.

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