20 ago 2009

PENUMBRA

Huellas sobre la superficie. Los anillos entrecruzados destiñen el betún de la mesa de cedro. Dos botellas vacías, un vaso transpirado teñido rojo rubí y entre ellos un sacacorchos muerto de brazos abiertos. Centenares de libros se dispersan por las habitaciones, forman escaleras a los espacios más recónditos, pirámides de ellos se agrupan bajo los focos de luz. Algunos de solapas rotas, otros semicubiertos de polvo. Los de portadas más antigua conforman las bases de estos caminos hacia un cielo negro cubierto de telarañas.
Tres golpes secos mueven la puerta, nadie atiende. Las canillas gotean y el sonido hace eco en el comedor. Las paredes limpias de cuadros y muebles, solo dos sillas rodean la mesa.
La penumbra reina los espacios, él yace en una esquina tapado por papeles bocetados hechos bollito, sus piernas aprietan fuertemente su pecho. Tiembla. Un haz de luz penetra entre las maderas de un postigo descascarado y marca a fuego la frente del susodicho.

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